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Ciales en la Añoranza

Ciales según Francisco C. Vicens Arbona
Ciales orgullo cultural página22, 23

Ciales es recordar aquellas maravillosas escuelas y sus magníficos maestros y maestras, la de la Cantera y la Cristóbal Vicéns en Cordillera cuando los niños todavía cantaban canciones escolares.  Es recordar el ir a pié por la carretera comiendo almendras y peras malayas tumbadas a pedradas, mojándonos bajo los aguaceros y metiendo los pies en los chorros de las zanjas, es recordar el olor a las bestias recién salidas del baño que les mataría las garrapatas.  Es recordar, aquellas Semanas Santas (aunque ahora no seamos creyentes), cuando no se podía cortar nada con cuchillo desde el miércoles en adelante.  Era el temor que experimentábamos a pesar de los regaños, para ver si era verdad que los árboles sangraban si los cortábamos el Viernes Santos.

Para mí Ciales es el recuerdo de los sábados llenos de gente, de los caballos con montaduras arrestados detrás de la plaza del mercado, de los carros públicos humeantes y apestosos a gasolina quemada  atestados de gente de los campos que iban y venían de los barrios, o iban para Manatí o para San Juan.  Era el Ciales de tantos negocios abiertos desde temprano en la mañana, de tanta gente venida a pié hasta el pueblo, de las farmacias y las oficinas de los médicos.  No había dentistas, entonces había que ir a Manatí y cuando se perdía una pieza así se quedaba.  Era cuando no había cupones de alimentos y se cogía fia fiado en las tiendas y de una deuda de diez pesos se abonaba uno cincuenta.

Es recordar el gofio y el maní tostado, el pirulí por botellas, las alcapurrias y las donas; las barquillas de mantecado a cinco centavos en casa de Pepe Camacho, es revivir las películas mexicanas en blanco y negro en el matinée, a once centavos, en el cine de don Baldo Diez sin aire acondicionado. ¡Qué bullicio había entonces, que mucha actividad comercial y que mucha pobreza! Que mucha gente arriba y abajo bregando con sus cuitas y sus conflictos.  Era un pueblo pobre pero vivo, lleno de músicos y poetas como Benego y Timba, en el que latían y vibraban el amor y el dolor conjuntamente en simbiosis mística.  Era el Ciales de entonces un pueblo con alma.

Nostalgia por Ciales

Dr. José Angel Jiménez San Miguel

La reunión y tertulia en las noches en la plaza pública, donde tantos adultos y jóvenes compartíamos, eran mis actividades favoritas.  Me encantaba escuchar anécdotas, cuentos e historias de los adultos que allí asistían, todos ellos comprometidos con Ciales.  Salíamos a compartir, como jóvenes al fin, con la seguridad que nos darían albergue en cualquier casa de familia aún sin conocernos.