Don Guadalupe Villalobos pilar creativo en la artesanía de los Muebles de Enea
Allá para el 1905, el patriarca Don Gregorio Troche que con cariño le decían “Goyo”, casado con una tía por parte de la madre de Guadalupe, inició la aventura creativa artesanal de los muebles de enea. Desde los 8 años Don Guadalupe observó al ya envejecido Don Gregorio Troche en la elaboración de este mueble. No solo con Don Gregorio, sino también Rafael Morales y en los talleres de David y Nicolás Villalobos fue que Guadalupe se formó en este arte.
Don Guadalupe, nos cuenta que Tío Pepe, como llama muy cariñosamente, su padrino David y Nicolás, se trasladaron a la calle Núñez Prieto y Avenida Puerto Rico donde aprendieron este arte y regresan ya conocedores al pueblo de Ciales. David crea el primer taller ubicado en la Calle Morovis en Ciales, Nicolás y Tío Pepe en el Barrio Cordillera de Ciales. Aquí fue donde Guadalupe comenzó a trabajar y desde ese entonces, todos los Villalobos desde pequeños han practicado este arte.
Luego de 60 años continua creando mágicos ejemplares de los muebles de enea con nuestras maderas nativas. La imaginación es infinita a la hora de crear, variedad de trenzados, combinaciones de maderas y curvaturas desde distintos aspectos. Estos son solo la voz de la experiencia y de una vocación que Guadalupe lleva muy dentro de su corazón y en la habilidad de sus manos.
Mesa 6 maderas
Caoba, acacia, laurel espada, mahó, cedro hembra y capa prieto.
Don Guadalupe ha trabajado profundamente en dejar la semilla de este arte para las generaciones futuras, ha ofrecido charlas y talleres a jóvenes y adultos, ha participado de proyectos estudiantiles, ha viajado fuera del país, a Colombia y a Venezuela en representación de los artesanos puertorriqueños. Ha servido directamente a la comunidad, enseñando en el cuerpo de voluntarios de nuestro pueblo de Ciales en Toro Negro, fue exaltado en el salón de la fama del Melao Melao de Vega Baja donde laboró por más de dos años y trabajó en el Centro Cultural de Ciales, entre otras muchas gestiones de su larga trayectoria.
Su humildad y su sentido del humor son palpables en un diálogo normal. Nos cuenta una anécdota jocosa en la búsqueda de la enea en los mangles. En los mangles viven animales como el caimán, sanguijuelas, barracos, aballardes, cucaracha de agua, entre otros. Nos cuenta que en una ocasión sintió que algo “subio por el calzón pa’ rriba”, se quitó ambas botas con cuidado y poco a poco tuvo que quitarse el pantalón… “me fricé” nos comenta, era una cucaracha de agua.
Sacar la enea del mangle es la parte más difícil del trabajo de elaboración del mueble. Te atollas en el bache, estas expuesto a los animales del mangle y hasta en el proceso de empajillado te corta sino la manejas correctamente.
La enea se consigue en distintos puntos del pueblo de Ciales, también en Vega Baja y Tierras Nuevas de Manatí, es un producto local, lo hay en todos los pueblos y en todos los países. La enea es un solo tipo pero la calidad varía dependiendo del terreno. Cerca de la playa sale dura y complica el proceso de empajillado. En agua dulce es más blanda y de mejor calidad. Tarda desde su recogido alrededor de tres semanas en secar. Para hacer un mueble de enea de tamaño promedio, hay que recoger alrededor de 6 paquetes de paja.
Mueble de 35 años listo para ser retocado
Guadalupe Villalobos, estandarte de Ciales que guarda en sus manos el linaje de un especial y delicado arte, el empajillado del mueble de enea.
Tronco Tabonuco
Encontramos un pedazo del tronco de un árbol de Tabonuco en el taller de Don Guadalupe, fue tanta la curiosidad de saber por qué lo conservaba que me narró que la savia de este árbol en antaño servía de lámpara de fuego, que se confeccionada como un embudo hecho con yagua, le realizaban un “tajo” al tronco para que expusiera su savia, tomaban la yagua y la mojaban en la savia y de aquí prendían en fuego y todo quedaba alumbrado. Pero, mi curiosidad no quedó ahí tuve que buscar más y miren lo que encontré… un secreto maravilloso…..
Por: Autora del texto: Gilberta Anatonia Caron
http://lamagailustrada.blogspot.com/2012/11/el-secreto-de-los-tabonucos-gilberta.html
Tabonuco, o también llamado “Candlewood” -por su resina fragante e inflamable- es el nombre de un árbol (nativo de Puerto Rico) que lleva alrededor de unos cinco siglos, erguido con absoluta firmeza, sobre la faz de esta tierra. Puebla mayormente los bosques húmedos de esa isla y las Antillas Menores. Pero también crece en terrenos arcillosos de África y América del sur.
Se dice de este árbol que es altísimo, y que por eso sus ramas aparecen muy arriba de su tronco cilíndrico y recto. Y su copa -de un verde oscuro bien intenso- siempre despunta por sobre el dosel del bosque, alcanzando una altura de hasta 36 metros.
Sus hojas exudan un agradable aroma a pino, y su fruto es similar a oblongas aceitunas con una semilla adentro. También dicen que su tronco se planta en el suelo como la imponente y áspera pata de un elefante gris.
La resina del tabonuco es transparente como ámbar, y al contacto con el aire se vuelve algo más blanco y denso. Se lo ha usado por siglos para velas y antorchas, botes, canoas, inciensos y hasta propósitos medicinales.
El Tabonuco y su secreto
A simple vista, estos árboles se encuentran dispersos por aquí o allá, insertándose en paisajes, bosques o planicies, como individuos separados de la misma especie. Pero bajo tierra es otra historia: los tabonucos buscan las raíces de otros tabonucos, entrelazándose amistosamente y formando una poderosa e invisible red. Se buscan de este modo no sólo para protegerse de los huracanes sino también para compartir savia y nutrientes.
De esta forma, unidos por sus raíces, cuando llega el huracán ningún tabonuco lo enfrentará solo. A través de cada uno de ellos, corre y se despliega la potencia de toda una comunidad sincronizada de árboles hermanos. En los peores casos puede llegar a perder ramas y follaje, sin embargo los vientos jamás voltearán su tronco.
Hay algo más que me encanta de esta inteligente especie: aunque entrelacen y unan sus raíces, esto no interfiere en el desarrollo y crecimiento particular de cada árbol.No se quitan espacio ni se ahogan, no deforman su crecimiento ni sus rumbos, o sea: no pagan un precio individual por el beneficio derivado de un compromiso en conjunto. Como tampoco pagan un costo personal por servicios recibidos de otros al momento de enfrentar problemas. ¡Han hallado una magnífica forma de aferrarse a sus congéneres y a la vez crecer y dejar crecer en libertad! Y de esta pacífica y solidaria manera proyectan al mundo todo su orgullo propio y también la magnificencia de su especie.
En síntesis: un árbol aislado puede caer. Pero no puede hacerlo todo un grupo de árboles aferrados por sus raíces. Y además: parece que hay una forma de enfrentar la vida unidos, sin que esto signifique resignar el propio crecimiento ni la individualidad.
A mí me hace pensar que si un árbol ha perfeccionado su existencia de una forma inteligente y solidaria, cuántas cosas el ser humano (que también es un hijo de la madre naturaleza) podría solucionar con un poco más de generosidad, sentido común, o sensatez.
No lo digo yo, lo dicen los árboles. Y quizás habría que empezar a escucharlos.